Jerusalén.- Medio Oriente siempre ha ejercido una fascinación en mí. Recuerdo muy bien cuando tenía unos ocho años y encontré entre los libros de mi abuelo una colección de la vieja revista “Life” sobre países del mundo. De entre decenas de ejemplares una llamó poderosamente mi atención, la que tenía el rótulo de “Israel”.

Apenas era un niño y lo único que sabía de ese país era lo que en cada Pascua pasaban en la televisión peruana: que era el pueblo de Dios y que había sido liberado por Moisés –un personaje que tenía el rostro de Charlton Helston, por supuesto–.

Al abrir esas amarillentas páginas me encontré con una historia distinta. Muy poco hablaba de la historia del Éxodo pero sí de un pequeño país que no tenía ni 10 años de fundado –saquen la cuenta de qué año es el ejemplar- pero con unas ganas de que las cosas funcionaran.

Las fotos, ya amarillentas por el paso del tiempo, mostraban gente sonriente y sudorosa junto a lo que parecían granjas rodeadas de desierto. ¿Qué clase de personas cree que se puede cultivar algo en semejante ambiente, seco y estéril?, me pregunté. Y, por qué si allí no había agua ni frutos los judíos y árabes se peleaban tanto por el control de esa tierra baldía.

Un momento, ¿quiénes eran los judíos y quiénes los árabes?, ¿no era que los cristianos solo vivían en Jerusalén?, ¿por qué las fotos de la ciudad santa distaban tanto de mi idea de un lugar bíblico, con gente en túnica como en los tiempos de Jesús?, ¿que los musulmanes eran mayoría allí?, ¿qué es un musulmán, qué un copto, qué un ortodoxo?

Simplemente no entendí nada de lo que allí leía pero llegué a la conclusión de que era “normal” para un chaval ignorante de esa edad que disfrutaba aún de jugar con carritos. “Cuando sea más grande comprenderé”, me dije y me guardé el ejemplar de “Life” entre mis cosas más personales.

Con el paso del tiempo releía “Israel” y algunos términos empezaron a ser comunes pero surgían más y más preguntas. Encontré entre las cosas de mamá una revista de esas religiosas y muy populares de los ochenta que intentaban explicar el conflicto entre israelíes y “palestinos” –sí, la primera vez que leía ese término- y aunque procesaba la información más dudas tenía.

El asunto es que el libro y los recortes fueron aumentando y cuando tuve la oportunidad de decidir ya mi carrera profesional la cosa fue clara: periodista. Quería viajar allá y ver por qué había tanta guerra en un lugar que se supone es la “morada de Dios”. 

Mi primer viaje al exterior en el 2006 fue, increíblemente, a Israel y a los territorios palestinos para un curso para periodistas en zonas de conflicto –el nombrecito le quedaba a pelo– y desde allí no he parado.

Voy a cumplir 15 años haciendo periodismo internacional y quienes me conocen de manera personal saben que esto es lo mío cuando han leído mis artículos y reportajes sobre Medio Oriente. Pero, este año las cosas han cambiado.

Salí de Lima a finales de febrero con el objetivo de tomarme unas pequeñas vacaciones en Israel y juntar material para un proyecto periodístico pero me vi bajo la enorme oportunidad de quedarme acá a vivir por unos meses. Y no la he desaprovechado.

Es mi cuarto viaje a la región pero es la primera vez en que no tengo fecha de regreso. Estoy aprendiendo hebreo, viajando, entrevistando y fotografiando una realidad ya no desde la perspectiva de un turista más o un periodista de paso, de los tanto que hay en estos lares y la experiencia está resultando increíble.

Hoy les presento “Tierra Prometida”, un blog o una suerte de diario dedicado a contar esta aventura periodística con crónicas, espero yo, amenas. Mi único objetivo es que aquellos que se tomen el trabajo de leer mis envíos puedan estar informados de lo que se vive aquí, de lo que piensa la gente, de los que les gusta y los que les jode.

No es un diario solo del lado israelí, sino también del lado palestino. Ambas comunidades tienen mucho qué decir y aunque comparten la misma tierra, culturalmente tienen dos formas distintas de ver y enfrentar la vida. Creo yo, que ahí radica su desgracia. No se nutren una de la otra sino que se excluyen consciente e inconscientemente desde lo más grande hasta lo más pequeño.

Viven en dos mundos paralelos que si alguno intenta cruzar solo puede causar muerte y dolor. Decir que este espacio será 100% objetivo sería mentirles. La objetividad no existe y si alguno intenta venderles ese producto dense la media vuelta.

Cada periodista lleva en sí una carga personal, ideológica, religiosa, moral, social que ha cultivado en sus años de vida. Yo tengo las mías, pero ello no me impide que pueda mostrarles ambos lados de la moneda. Creo así que sería un trabajo más honesto desde la pluma y con ello me sentiré satisfecho.

Algunos artículos saldrán en diarios de circulación nacional y agradezco a quienes ya me confirmaron, pero sepan que esto tiene más una cáliz personal. Todavía tengo la misma curiosidad de ese niño de ocho años que abrió el libro del abuelo, pero esta vez no quiero esperar al futuro. El presente es ahora, en Medio Oriente, con un papel y un lápiz en busca de respuestas. Nos leemos pronto.

Preguntas y consultas a tierraprometidapost@gmail.com