Jerusalén.- Todos aquellos que decimos que vamos a viajar a Israel enfrentamos siempre la misma reacción de nuestros amigos y familiares: Primero, un rostro de sorpresa, porque el Medio Oriente todavía sigue siendo un destino algo exótico y lejano, y luego un rostro de preocupación. 

Sí, en el imaginario colectivo Israel tiene dos aspectos. O es una zona donde los camellos y los hombres de turbantes forman parte del paisaje común, o se trata de un lugar devastado por la guerra y el terrorismo.

De lo primero, ni hablar. Acá hace rato los camellos quedaron relegados a los confines del Neguev, el desierto que ocupa el 60% del territorio. Este es un país moderno. Acá puedes encontrar automóviles tan modernos y veloces que nada tienen que envidiar a los que encuentras en Roma o París.

Pero, sobre el espinoso tema de la guerra sí hay razones para entender esa preocupación porque muchas de las noticias que salen de este lugar tienen que ver con bombardeos, operaciones antiterroristas , muertes, extremismo islámico, hombres bomba, etc.

Como periodista interesado en el Medio Oriente sabía que tanto Israel como los territorios palestinos son más que lugares de guerra, son escenarios de grandes y humanas historias, pero no puedo negar que cada vez que tomo un avión con destino a Tel Aviv se activa una pequeña ansiedad que no siento al llegar a Madrid o alguna ciudad latinoamericana.

Y no es para menos. Señores, siempre tengan presente algo: Este es un país en guerra pero que ha aprendido a vivir con ella y, en cierta forma, a controlarla, a no dejar que limite la vida de sus habitantes. Ojo, hablo de los israelíes y no de los palestinos, un pueblo maravilloso que tiene sus propios dramas y de los que hablaré en mis crónicas.

Los judíos israelíes que son el 80% de la población del país, frente al 20% de los árabes, saben que son un objetivo directo para sus enemigos, grupos vinculados con el extremismo musulmán. Por nombrarlos someramente tenemos a los suniítas de Hamas, que “controlan” la franja de Gaza y los chiítas de Hezbollah que tienen una fuerte presencia en el Líbano.

Ambos grupos no solo hostigan al Estado judío lanzando de tiempo en tiempo cohetes a las ciudades del norte y sur del país, sino que sus células trabajan incansablemente para penetrar el territorio y cometer atentados terroristas de diversos tipos desde explotarse en autobuses o locales, así como el secuestro de soldados apostados en las fronteras.

A ello hay que sumar que Israel, desde su creación en 1948, está rodeado de países árabes que no aceptan su existencia y le han declarado la guerra en cuatro ocasiones. Las perdieron todas. Cierto es que firmó acuerdos de paz con Egipto, en 1979, y Jordania, en 1994, pero de ninguna manera puede hablarse de una amistad. A lo mucho una fría e incómoda convivencia.

Por ejemplo, ¿sabían ustedes que unas de las cosas que se buscó tras los acuerdos de paz entre Jerusalén y El Cairo era la integración aerocomercial? Es decir, que las poblaciones de ambos países puedan tener la libertad de viajar por turismo o negocios. Pero, valgan verdades, todo es un chiste.

Sí, hay vuelos entre Tel Aviv y El Cairo pero son usados casi exclusivamente por turistas extranjeros. Los judíos israelíes no se aventuran, por razones de seguridad, a pasear por las milenarias pirámides entre otros soberbios monumentos, mientras los egipcios no tienen la mínima intención de pasar por incómodos interrogatorios en los puestos de seguridad israelíes. Y, eso, si es que les dan la visa.

Hasta dónde llegará el paroxismo que en el aeropuerto internacional de El Cairo no se anuncia vuelos a Tel Aviv o Eilat en las pantallas. Si compraste un ticket sabes que los destinos tienen un número, busca ese número porque es lo “políticamente correcto”.

A un lado de la fila

Retomando. Si vas a Israel sabes que los extremistas harán lo imposible por golpear al Estado judío por aire. Ya lo hizo Al Qaeda el 11 de setiembre del 2001 en EEUU, y lo podría volver hacer o, peor aún, podría cederle la posta a los nuevos del barrio, los bárbaros de ISIS.

No puedes evitar, entonces, que te revisen hasta el hartazgo antes de tomar el vuelo hacia el aeropuerto Ben Gurión y que al llegar te pregunten una y otra vez las razones de tu visita y dónde te vas a hospedar.

Ello me pasó y, peor aún, cuando agentes de seguridad me retuvieron unos 20 minutos para revisar una información. Me sacaron a un lado de la fila y me pidieron que esperara mientras se llevaban mi pasaporte. La situación, ciertamente es incómoda pero sabía que pasaría. Tengo colegas que han vivido lo mismo y el consejo que me dieron es el que yo les doy ahora: “No se lo tomen personal”.

Si están con la documentación correcta no hay razones para desesperarse. Y si son capaces de entender que estos agentes, con sus caras de pocos amigos, están haciendo su trabajo –que es evitar infiltraciones peligrosas– entonces la cosa se supera.

Así fue en mi caso. Un agente me devolvió el pasaporte con la respectiva visa de turismo y con una sonrisa forzada me dijo “todo está ok, buena estadía”. Más tranquilo tomé mis maletas y me dirigí a la salida para tomar mi tren a Beer Sheva.

Pero fue entonces que en mi mente aparecieron los rostros de algunos amigos árabes que tengo en Perú y que me advirtieron de los interrogatorios en el Ben Gurión y que para ellos pueden resultar degradantes.

¿Qué hubiera pasado si en lugar de apellidarme Paz hubiera respondido Saba o Barham?, ¿la espera hubiera sido de solo 20 minutos o más?, ¿será cierto eso que denuncian algunas ONGs que inmigración te coloca un número de acuerdo a tu nivel de peligrosidad –del 1, nada peligroso, hasta el 6, presunto terrorista–?, ¿qué número me habrán puesto a mí?

No pude dejar decirme algo: “qué fregado debe ser para los árabes decentes y buenos que hay en este lugar vivir con la carga de ser visto como el malo” y fue justo ahí cuando un hombre árabe de unos 50 años con un turbante se puso a mi lado. El tren había llegado y todos poníamos las maletas a buen recaudo. “Espero que lo hayan revisado bien”, dije sin pensarlo tanto. Sí, yo también caía en ese círculo vicioso de la sospecha constante que solo da la guerra.

Preguntas y consultas a tierraprometidapost@gmail.com