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Rabin y un legado olvidado

Una visita al centro que conmemora la vida y obra del asesinado primer ministro israelí en Tel Aviv.

Publicado: 2015-04-10

Tel Aviv.- Con los actuales problemas económicos en Israel y los temores a que Irán logre obtener la bomba atómica, ¿existe aún en la sociedad israelí la necesidad imperiosa de años atrás de lograr la paz con los palestinos? ¿dónde ha quedado ese espíritu que alguna vez inyectó al país Yitzhak Rabin? 

A 20 años de su muerte su legado parece estar en las ruinas. Una reciente encuesta del Instituto de Democracia de Israel señala que el 57% de la población está a favor de volver a las conversaciones de paz, pero menos del 30% cree que dé resultados.

En líneas generales lo que reina es la indiferencia. En las pasadas elecciones legislativas ningún partido puso entre sus “grandes promesas” volver a la mesa de negociaciones por temor a perder votos o peor aún se volvieron a discursos desfasados de rechazar, incluso, la creación de un Estado palestino.

Quizá quien mejor refleje ese inmovilismo es Naftalí Bennet, líder de “Hogar Judío”, la cuarta fuerza política del país, quien dijo en plena campaña: “Me opongo a un Estado palestino al oeste del río Jordán. No estoy buscando la paz sino la calma, que es distinto”.

“La gente sabe que es importante la paz pero ahora tenemos otros problemas más graves”, me dice Aron Malon, un estudiante de genética de la Universidad de Tel Aviv, quien votó por la izquierda, más proclive a reactivar los Acuerdos de Oslo.

“A mí me interesa estar bien con ellos, compartimos la tierra y me gustaría que si alguna vez tengo hijos vayan a una guerra, pero también llego a casa y la realidad es distinta”, agrega su compañera Orit Fagim .

Esos otros problemas pasan por encontrar mejores puestos de trabajo, mayor acceso a la vivienda y disminuir la desigualdad social que aumenta año tras año. “La clase media es la más golpeada y nuestros políticos parecen no importarles nada”, sostiene Malon.

Al preguntarles a ambos sobre Rabin la respuesta fue casi similar: Eran otros tiempos, el país ya no es el mismo. “Creo que antes éramos más idealista o quizá la gente olvida demasiado pronto lo que es verdaderamente importante. Estamos como dormidos para algunas cosas”, dice con pesar Orit.

Lo curioso es que la charla con estos jóvenes se realiza a pocos metros de distancia del Centro Yitzhak Rabin, en Tel Aviv, que fue creado con un objetivo fundamental: conmemorar la vida y el legado del único primer ministro de Israel que fue asesinado por un extremista judío, quien lo consideraba un “traidor” por querer lograr la paz con los palestinos.

En Israel estamos en la semana de vacaciones por Pesaj –Pascua- y es costumbre que los museos en todo el país tengan acceso gratis para que la población disfrute de ellos. Me acerqué, entonces, para saber cómo iba este centro.

El complejo no es solo único en su estructura física sino en la cantidad y calidad de información que brinda a sus usuarios. Podría decir, sin temor a exagerar, que es el más completo dedicado a la historia reciente del Estado judío con una exposición de cientos de imágenes y 188 mini documentales que vienen a contextualizar, social e históricamente, la vida de Rabin.

Podemos repasar desde la creación del Estado en 1948, las guerras del “Canal de Suez”, en 1956, la de “Los Seis Días”, en 1967, “Yom Kippur, en 1973, hasta la invasión del Líbano a inicios de los ochenta.

Mientras que de Rabin podemos conocer la vital importancia que tuvo su madre, Rosa Cohen, en la formación que le dio a su joven hijo para defender el sionismo y la tierra de Israel. Ese mismo apego le permitió pasar de ser un simple agricultor, nacido en Jerusalén, a ingresar a las filas de la “Haganna” –el ejército secreto judío– y el Palmach, su fuerza de élite, en los tiempos del mandato británico en la entonces Palestina.

Un héroe nacional

Las fotos de la exposición permanente, donadas por su familia, muestran a Rabin participando activamente como militar en la guerra de Independencia y en la toma de Jerusalén Este en 1967, dos hechos que lo convirtieron a los ojos de los israelíes en un héroe nacional.

Pero no solo eso, sino también su experiencia como embajador ante EEUU en la década de los setenta que lo volvió gran amigo de personajes como Richard Nixon y Henry Kissinger, así como pasajes muy privados de su vida familiar y sus particularidades personales.

Fue un hombre profundamente enamorado de su esposa Leah, un dedicado padre, un fumador empedernido, y un apasionado por la fotografía y el tenis que jugó puntualmente –y muy bien- hasta sus 73 años.

La cámara fotográfica que siempre llevaba consigo.

Pero la parte más interesante de la exposición es la evolución de Rabin , de un hombre de instinto y vida militar a un hábil político que supo arriesgar y poner en agenda, muchas veces en contra de sus intereses electorales y personales, la necesidad de hacer la paz con sus enemigos.

Él, quien fue un halcón a la hora de defender a su país –basta recordar la mano dura que tuvo como ministro de Defensa en la primera “Intifada” palestina a mediados de los ochenta–, fue de los primeros que reconoció que la vía militar daba “tranquilidad” pero que la solución final tenía que ser “política”.

Nadie más que Rabín tuvo las credenciales y la credibilidad militar y política para unificar al país en torno a la necesidad de lograr la paz con los palestinos. Ese fue su gran mérito pero me pregunto si también no fue su gran desgracia. No ha vuelto a surgir un líder de esas características, ni el débil y respetado Shimon Peres, ni el efímero Ehud Barak, ni los halcones Ariel Sharon o “Bibi” Netanyahu.

Miro a mi alrededor casi al final de la exposición y me doy cuenta que los pocos que estamos en el museo somos extranjeros y casi ningún israelí. Cuánta falta hace la voz profunda de Rabin para despertar del letargo, ese mismo del que hablaban Aron y Orit, y que tiene dormido a gran parte de Israel.

Preguntas y consultas a tierraprometidapost@gmail.com

Letra de la canción por la paz manchada de sangre y que cantaba el día de su asesinato en 1995.


Escrito por

Sergio Paz Murga

Periodista internacional y docente de comunicaciones. Hablo español, inglés, italiano y hebreo. Mi base de operaciones es Medio Oriente.


Publicado en

Tierra prometida

Crónicas periodísticas para entender el conflicto árabe-israelí.